Freud se refiere a los sueños como una espacie
de sustitutivos de aquellas series de pensamientos tan significativas y
revestidas de afecto.
Los dividió en tres categorías:
1º) Aquellos que poseen sentido
y que son compresibles. Se caracterizan por ser sueños breves en general,
frecuentes, y que no despiertan en su mayoría nuestra atención porque carece de
todo aquello que nos causa extrañeza o asombro.
2º) Aquellos que, aunque
presencian coherencia y poseen un claro sentido, causan extrañeza por no saber
como incluir dicho sentido a la vida psíquica.
3º) Aquellos que carecen
de ambas cualidades: sentido y comprensibilidad, y se muestran incoherentes,
embrollados y faltos de sentido. Estos sirven de base a la teoría médica de la
actividad psíquica limitada.
Al primer grupo
pertenecen los sueños infantiles, los de los niños, ya que poseen un claro
sentido y no causan extrañeza. De ellos se puede llegar a la conclusión que los
sueños se conexionan con la vida diurna. Aunque esto también puede darse entre
los adultos.
En los sueños
complicados y confusos, después de su análisis, se ve que el contenido
manifiesto del sueño trata materias totalmente distintas que el latente.
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